Ciudad de México funciona como motor de oportunidades

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Durante años, Miguel Carlos Hernández, un hombre adulto de cabello lacio negro y ojos claros, pasó sin mirar los famosos restaurantes de moda de la Ciudad de México. Ni siquiera se detuvo a preguntar el precio del menú por miedo, ya que sentía que tenía un certificado de pobreza en el bolsillo y que este espacio no podía ser frecuentado por él.

Hoy, después de 29 años, cree que se ha deshecho de ese certificado. Siendo el primero de su familia en cursar estudios superiores, está trabajando en el negocio de la publicidad en una de las regiones con mayor poder adquisitivo de la Ciudad de México y tiene un ingreso mensual cuatro veces superior al de sus familiares.

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Para quienes nacieron o viven en la capital mexicana, tiene una ventaja sobre los habitantes de otras regiones. Para que en la Ciudad de México seis de cada diez habitantes puedan superar la condición de pobreza, en el escenario nacional este índice desciende a tres de cada diez, De acuerdo a CEEY, que es la primera encuesta que compara diferentes regiones de México.

En este estudio, la capital se destaca en un territorio conocido por enormes desigualdades sociales. Según la encuesta, el 41% de los ciudadanos mexicanos vive en extrema pobreza. La región Sur se destaca negativamente, presentando las peores tasas; sólo el 14% de la población nacida pobre puede salir de esta situación. Ya que no progresar es la regla general y el capital es la excepción.

Ciudad de México: palanca de oportunidad
Ciudad de México: palanca de oportunidad (Foto: Internet)

El camino de Miguel

Hernández cumplió seis años en la capital, un lugar donde viven más de 20 millones de habitantes sin saber comunicarse en español, el joven solo hablaba náhuatl. Entonces le dio problemas que se quedaron en su memoria. El sentimiento de miedo e intimidación era algo común, provocado por la impresión de no poder encajar en ese entorno, debido a su idioma y tradiciones. A esto se suma el anhelo de su tierra natal, la Ciudad de la Serra de Veracruz.

Pasó su infancia en un barrio de clase trabajadora, en pequeños departamentos donde los muebles y las cortinas formaban paredes y compartían habitaciones. Su padre trabajaba en una empresa que fabricaba velas y su madre era empleada doméstica. Con lo que ganaban, apenas podían pagar las facturas y siempre tenían dificultades económicas.

Y toda esta situación mantuvo un pensamiento en la mente de Miguel, «Realmente necesito dejar este lugar. Necesito hacer esto lo antes posible». Con ese pensamiento, determinación, excelentes calificaciones y se incorporó a la Facultad de Ciencias y Humanidades, grupo de instituciones educativas, formado en la década de 1970, con el objetivo de brindar oportunidades de educación superior a personas de escasos recursos en instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las más prestigiosas del país.

Se graduó en Publicidad por la UMAN, y supo afianzarse en su profesión, lo que le ha permitido al joven trabajar en una empresa que le ha permitido nuevas experiencias, como tomar un viaje en avión y vacacionar en el Caribe, algo que para él y su familia, la familia era inimaginable. Para el hijo de una familia de bajos ingresos.

Ciudad de México: palanca de oportunidad

Para entender qué pasa detrás de situaciones como la de Hernández, según la economista Eva Arceo, del Centro de
Investigación Económica y Educación (CIDE). Se debe a que en la capital mexicana existe una mayor posibilidad de progresar económicamente, ya que en la Ciudad de México existen varias instituciones educativas que capacitan personas para el mercado laboral. Además, la capital aglutina a las mejores universidades públicas que atienden a jóvenes de familias de escasos recursos con más oportunidades laborales.

Sin embargo, una gran movilidad social convive en un escenario de altísimos índices de desigualdad. La capital mexicana es responsable de aproximadamente el 16% del producto interno bruto mexicano. Según la investigación de CEEY, siete de cada 100 personas que nacen en la pobreza pueden alcanzar el nivel de ingresos más alto.

Por tanto, es tan difícil ascender como descender. Ya que tres de cada cien que nacen entre las personas con mayor poder adquisitivo caen al nivel de ingresos más bajo.

Roberto Vélez, director del centro de análisis y uno de los autores de la investigación, explica que para que una persona pueda ascender a una clase social superior, es un proceso lento. Cualquier mejora es limitada y los avances, cuando ocurren, suelen deberse a una condición social superior.

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